Hace años, siendo más joven dice Pablo, mi madre me solía llamar alocado, refiriéndose a los despistes que solía tener a menudo.
Me viene al pelo según parece porque una vez dejado a Marko atrás y su supuesto campamento y ya rebasada la frontera de Croacia-Montenegro, me percato al sacar el pasaporte que mi cartera con todas las tarjetas ha desparecido.
La providencia esta de nuestro lado y ante un momento de estupor y de búsqueda infructuosa por las bellas inmediaciones, una desesperada llamada a Marko da cuenta del objeto perdido. Con agilidad una de las jóvenes parejas suizas que pernoctaba en el campamento, nos la acerca a la frontera de Montenegro 👍🏻🙏🏾..una botella de vino de Cabernet Sauvignon agradecerá junto a un mood4love su gesto.
Salvados de un posible problema de peso, el lema del grupo » avanti …» toma forma 💪 esta vez en dirección a Viparzsa, a 80 kilómetros. Un amigo de Warmshower de Joren nos acogerá.
La sensación cuando rebasas una frontera en bici es particular. Una pequeña euforia te invade al paso y la confluencia entre países representada por los policías que la custodian te da un pequeño indicio del lar a visitar.
Hasta la fecha la mayoría de las zonas fronterizas han sido puestos precarios donde agentes de la ley uniformados, armados y casi siempre aburridos con una televisión de fondo, no han puesto mayor problema a nuestra marcha.
Montenegro, país limítrofe con » Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Albania y Kosovo, nos ha insuflado una buena dosis de bienestar y en su primer pueblo fronterizo se respira una paz y alegría en sus gentes contagiosa. No tardamos en cambiar las pocas cunas restantes y cotejar con nuestro termómetro de precisión el nivel de vida. Una cerveza de medio litro a 1,20 euros es un baremo que no falla y augura un buen comienzo 😀
El paisaje a pesar de la semejanza con Croacia cambia en su orografía, siendo más montañoso, abrupto y careciendo de tanta isla.
Bendita inquietud, arma de doble filo que aporta bonanza en el movimiento continuo y siempre nuevos horizontes pero a la par es motivo de un descuelgue habitual del grupo cuando de forma inconsciente arranco en solitario aislándome de la tropa una y otra vez.
Consciente de ello y previendo mi camino en solitario, poco a poco me he ido abasteciendo de todo lo necesario para afrontar esos momentos de forma autónoma minimizando gastos.
Un camping gas y una tienda de campaña como medida cautelar resultan indispensables y no tardo en hacerme con el material que necesito. Casi estoy al completo, solo me faltan los utensilios de cocina.
Aprovechó el low-cost y mi renovada soledad para cenar a orillas del mar, contento y en paz en Buvda, un pueblo costero con un pequeño restaurante con terraza de madera y un camarero cordial que habla un perfecto inglés. Un buen pollo con patatas fritas y cerveza local de medio litro me sabe a gloria. Price, 6 euros.
Recojo el campamento y busco un lugar cálido en un bosque cercano y esta noche será el canto de los grillos, mecido por el caudal de un río quien me acompañen en mi letargo.
💤💤